Comentarios María Fernanda Nossa

Hay que reconocer el rol de la mujer rural en el desarrollo del país

11 de marzo de 2020
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En el mundo, 40% de las labores del campo son realizadas por mujeres; en Colombia, son más de cinco millones las trabajadoras agrícolas. A pesar de esta amplia representación, no es un secreto que la agricultura se sigue pensando por y para los hombres. Un estudio de la FAO sugiere que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a recursos productivos que los hombres, instrumentos para la formación y se estimulara su participación en la toma de decisiones, la producción agrícola de los países en desarrollo aumentaría de un 2,5% a un 4% -en el PIB colombiano, equivaldría a cerca de US$1.600 millones-, y el número de personas con hambre disminuiría en un 12%.

A pesar de que cada vez son mayores las iniciativas de varios sectores por incentivar la participación, inclusión y equidad de género en las labores del campo, Colombia aún está lejos de ser un país de mujeres agricultoras porque aún existen varios retos transversales a los problemas sociales del país que no hemos podido superar, además no es desconocido que la agricultura se ha visto tradicionalmente como una actividad de hombres. Sumado a ello, la poca tecnificación en nuestros campos hace que las labores sean muy pesadas físicamente para ellas; sin ahondar en el poco chance que algunas veces tienen para dejar el trabajo del hogar.

La buena noticia es que existe la disposición para trabajar en temas de inclusión para la mujer rural y propuestas para apoyarlas de diversas formas. En Colombia, por ejemplo, el cultivo de flores es uno de los más incluyentes.

En este, ellas han asumido un rol protagónico: las vemos como tomadoras de decisiones, como gerentes de fincas, líderes de equipos técnicos y, por supuesto, mano de obra de labores de campo y postcosecha, en su gran mayoría, roles desempeñados por madres cabeza de familia. En cultivos de banano, la participación de la mujer se da sobre todo en las tareas de postcosecha y, en otros cultivos, la participación es más como gestora del hogar y como apoyo en labores secundarias de los cultivos.

Se puede continuar abriendo el camino para fortalecer la presencia femenina en el campo creando proyectos de inclusión de la mujer y mesas de trabajo por cultivos.

Por ejemplo, en Basf estamos trabajando junto con la Fundación Pervivir en un proyecto con una comunidad de mujeres indígenas en la altillanura, para incentivar su participación en la siembra de vegetales y frutas, para luego vender a casinos y mejorar la dieta de su comunidad.

Promover y abrir opciones para la mujer rural, otorgándole, por ejemplo, oportunidades educativas en carreras afines al campo, nos asegurará una mejor gestión y administración de recursos económicos; diversidad de ideas y pensamiento a cultivos; aumento de mano de obra; dignificación de la labor y un modelo a seguir para las nuevas generaciones.

El llamado es entonces a reconocer como trabajo y no como “colaboración” el rol que desempeñan las mujeres en el agro. Y a las mujeres que ya están involucradas en estas labores, quiero resaltarles su papel en la dignificación del trabajo más valioso de la tierra, que es la dedicación al campo y la producción de alimentos por un futuro mejor para todos.

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