Agricultura

Entre la debilidad y la solidez de la institucionalidad agraria

Analista LR
Por:
Ricardo Sánchez
12 de abril de 2016

Esta percepción, utópica, subestima la institucionalidad ganadera. La utopía consiste en pretender un imposible: la ganadería colombiana involucra 450.000 productores de todos los tamaños, más de 80 organizaciones, tiene una amplia presencia regional y una gran diversidad de razas, sistemas productivos y tecnologías. Por todo ello, es un imposible pretender una “unidad de cuerpo”, antes que convergencia de propósitos. 

Para el caso, los pequeños productores ganaderos se sienten poco representados así como los departamentos menos posicionados; adicionalmente, los beneficios de la actividad irradian débilmente en algunas regiones. 

De otra parte, se subestima la institucionalidad ganadera cuando se le juzga debilitada por una eventual división. La solidez institucional de la ganadería reside en la solución práctica y eficaz del día a día: mantener la sanidad pecuaria, producir con calidad, seleccionar los reemplazos bovinos y vender a precios razonables; hacer trámites, afrontar las contingencias y cumplir con las obligaciones de la propiedad. Todo ello muestra que la institucionalidad ganadera no solo está viva: goza de la vitalidad necesaria para abastecer al país de dos alimentos básicos.

Bajo situaciones de crisis (hace más de una década), este día a día ganadero sufrió por la inseguridad y la cooptación de grupos irregulares. El PIB pecuario fue negativo.

Pese a la recuperación del sector en la última década, urgen drásticas modificaciones en la institucionalidad ganadera. Apremia, más aún frente al posconflicto, reestructurar con relación a la ganadería: 1. El vínculo  con lo regional; 2. El papel del Estado; 3. El ámbito del sector privado y 4. La interlocución público-privada. En lo regional, es deseable que una mayor proporción del producto sea procesado en las zonas productoras y que un mayor porcentaje de los ingresos  reinviertan hacia éstas. El Estado debe fortalecer la provisión de bienes públicos necesarios: mercados funcionales de insumos; mecanismos de arbitraje en la calidad  de la carne, de la leche e insumos pecuarios; crédito de fomento de amplio alcance. Y en especial, una justicia eficaz, base de estabilidad y seguridad  para las regiones ganaderas. 

El sector privado ganadero requiere concentrarse en sus fortalezas y desafíos: producir en tierras subutilizadas, alentar la movilidad socioeconómica, y prepararse para el cambio climático. A la par, fomentaría la articulación gana-gana con otros eslabones para recuperar un mercado invadido por alimentos foráneos. La concertación público-privada potenciaría las inversiones en las regiones ganaderas. Como antesala del posconflicto, la clarificación de los derechos de propiedad de las tierras ganaderas, así como una mayor seguridad y efectividad de la justicia, serían la base de una interlocución fructífera entre los ganaderos, el gobierno y el resto de la sociedad.

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