Agricultura

La generación del cambio

25 de julio de 2016

Sin olvidar las dificultades por las que atravesamos, tenemos que pensar en opciones para que nuestra caficultura sea sostenible. Nada más lesivo para el desarrollo de cualquier actividad productiva o comercial que negarse a cambiar el “status quo”; los modelos de negocios y hábitos de consumo han evolucionado y nuestra fincas, con muy pocas excepciones, siguen aferradas a modelos productivos de hace cincuenta años. Nuestra labor se asemeja mucho al “Nuevo Colonialismo” donde pagan los productores, paga el consumidor y los que están en la mitad reciben de los dos. En esta zona de confort es difícil que los intermediarios y multinacionales quieran cambiar el orden establecido. Lo grave del asunto es que tanto los productores, como nuestros representantes, no estamos entendiendo el fenómeno ni hacemos algo por cambiarlo.

Pensamos que como esto es de todos y de nadie, alguien hará algo, pero si el que colectivo no se mueve tengamos la seguridad de que nadie lo hará por nosotros. Nuestra democracia cafetera, muy representativa de las bases, en los escenarios donde se toman las decisiones son fácilmente manipulados por su limitada formación gremial y empresarial, más los vicios de nuestra idiosincrasia política aplicados allí. Necesitamos una élite correcta desprendida de sus intereses personales que haga los contrapesos necesarios en beneficio del productor.

Lo más valioso que tenemos los cafeteros es nuestra institucionalidad, donde afortunadamente soplan vientos de cambio y receptividad a las inquietudes de los productores. Nuestra Federación debe diseñar el enfoque macro de la actividad, organizar productores con ofertas similares, definir estándares de calidad que aumenten la percepción de valor en el consumidor, aprovechar las denominaciones de origen (DO) y las indicaciones geográficas protegidas (IGP), diseñar una dinámica para que los esfuerzos colectivos vayan en una dirección y unas reglas de juego que permitan proteger la propiedad intelectual. Estas acciones colectivas permiten ganar control sobre el origen y modular las interacciones con los industrializadores para establecer un manejo que proteja el grano desde el verde hasta el tostado. Nuestra IGP y DO pueden reconstruir las relaciones a lo largo de la cadena de valor, donde los tostadores internacionales se acojan a las reglas.

Los tres frentes de Federación: Servicio de extensión, Cenicafé y comercialización; los dos primeros desde la investigación, educación y asistencia técnica en campo deben ser responsables de generar procesos de innovación dirigidos a obtener café de alta calidad, entendido como producto diferenciado del ‘commoditie’, con potencial para generar planes de negocios, lo cual es necesario, pero no suficientes. Solo con gestión comercial se puede capturar el valor generado por los productores y retornarlo a ellos con transparencia, generando mínimos costos de operación, poca burocracia y tercerizando actividades para aprovechar infraestructura existente.

Nuestras cooperativas, Expocafé y los representantes comerciales de federación deben trabajar en abrir mercados nuevos, aprovechar el “boom” del café especial en el mundo y no limitarse a ser los acopiadores de especiales para multinacionales. Busquemos mercados que reconozcan el valor del café, hagamos con ellos negocios de relación, con origen y trazabilidad, que realmente sea comercio justo y directo.

Rodrigo Alberto Peláez
Cafetero / roalpe@gmail.com

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