Agricultura

Agricultura Hidrológica es una alternativa al cambio climático

09 de febrero de 2016

En tiempos de sequía, una de las tareas más complejas y costosas de los agricultores es mantener hidratados los suelos. El panorama de superficies secas dejan ver un escenario duro para quienes se dedican a la ya difícil labor de cultivar.

En Sevilla (Valle del Cauca), Jaime Gómez, un agricultor, agrónomo y profesor por 34 años de la Universidad Nacional sede Palmira, hoy jubilado, se dedicó a investigar y a buscar alternativas que le hicieran el ‘quite’ al cambio climático. 

Una de ellas la encontró en lo que denomina la agricultura hidrológica, que resume en un conjunto de prácticas y restricciones, que el agricultor puede adoptar poco a poco, para favorecer la capacidad hidrológica de los suelos, resumida en infiltrar y almacenar agua de lluvia o de riego.

 “La agricultura clásica va acabando con el suelo por dos motivos: los abonos químicos, que tienen formas amoniacales como la urea, destruyen el humus del suelo que es la materia orgánica; y el abuso en el uso de herbicidas”, dijo.

Gómez dedicó buena parte de su vida como profesor a estudiar sobre abonos orgánicos y, de hecho, las siembras que tiene en banano y pitaya se fundamentan en estos componentes, sin desaparecer por completo los químicos.

 Con estos dos cultivos aplica lo que ha investigado en agricultura hidrológica y los resultados le permiten decir que sus siembras mejoraron en productividad y bajaron costos, con una fórmula sencilla, poco practicada, y que él replica a estudiantes, profesores y a todo aquel que lo visita. “Soy amigo de lo orgánico pero no estoy en contra del uso del químico. Lo que digo es cómo hacemos para que no haga daño”, sostuvo. En esa tarea sacó un listado, que tiene plasmado en varios escritos, de lo que se debe hacer para mejorar la cantidad y calidad de la materia orgánica del suelo. “Reduzco el uso del químico, lo compenso con orgánico y hago manejo razonable de malezas. Si eso se hace de manera consistente ya se está en agricultura hidrológica”, agregó. 

Esa lista la encabeza el cambio del abonamiento de productos de síntesis química por el orgánico-sintético, para lograr al tiempo la efectividad del abono de síntesis química (como la urea) y la eficiencia del abono orgánico. 

 A la lista se suma el manejo razonable de arvenses (malezas) que dan buena cobertura, aportan necromasa y es el alimento del suelo. “Pueden aportar por hectárea y por año valores tan altos como 40 toneladas de materia seca. Hice evaluaciones de malezas en cultivos de maíz y he encontrado más de 30 especies en un metro cuadrado. Las quiero tanto que las abono. Muchos me dicen que estoy loco”, dijo. 

Otras recomendaciones son el uso de sustratos orgánicos en la horticultura y fruticultura para modernizar la producción vegetal; tener cultivos de alta productividad que generen ingresos y fitomasa tanto de cosecha como de residuos; hacer buen uso de las micorrizas (asociación entre un hongo y la raíz de una plata) para aprovechar el agua y los nutrientes de los cultivos, y mejorar la materia orgánica del suelo; y hacer llegar el nitrógeno de la urea en zonas lluviosas mediante su aplicación foliar a las malezas. 

“Haciendo eso los poros del suelo, por donde pueden penetrar el aire y las aguas, se mueven bien. Y como hay poros las raíces de los cultivos se desarrollan fácilmente porque hay huequitos por donde pueden moverse. Eso es agricultura hidrológica: aprovecha el agua lluvia, que penetra y se infiltra en el suelo, y mejora su capacidad para almacenar agua. Con esto se enfrenta el cambio climático y es sostenible. Hay que recordar que la agricultura es un negocio”, dijo.

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