Ponchos y Ruanas: entre la tradición artesanal y los retos del mercado global

En medio de las montañas frías de Boyacá, tanto la ruana como el poncho resurgen como un icono cultural desde tiempos ancestrales, que además son productos que se encuentran en expansión. Pese a que son tradicionales aún se mantienen vivos. No obstante, en el mercado de estas prendas típicas vive hoy una mezcla de oportunidades y retos que son el claro ejemplo de las tensiones económicas por las que atraviesa el país, así como también es el reflejo de una creciente valoración, por lo que es hecho de manera artesanal.

“La Casa de la Ruana nace en el año 2015 con el fin de rescatar las costumbres, la tradición y la cultura detrás del tejido de nuestra prenda representativa”, explica Fabián Alexánder Rodríguez, uno de los fundadores de esta empresa ubicada en Boyacá. De hecho, aquello que comenzó solo para enaltecer la clásica ruana boyacense de lana de oveja viene evolucionando, por lo que hoy su catálogo incluye versiones que tienen capucha, otras que son abiertas, tejidas en algodón, hilo, cachemira o lana alpaca.

“La demanda de ruanas, como parte del mercado de artesanías, ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años. A nivel nacional e internacional hemos observado un aumento en el interés por productos de origen artesanal que reflejan el patrimonio cultural y las tradiciones”, comentó Rodríguez.

Bajo este contexto, Luis Enrique Taboada, coordinador del Programa de Diseño de Modas del Politécnico Grancolombiano, dio una mirada más amplia respecto a este tema, argumentando que “Boyacá, y sobre todo Nobsa, es el centro de la producción de esos tejidos que son en lana artesanal”. Asimismo, añade que, aunque Boyacá es reconocida por esto, también es posible encontrar producción de ponchos y ruanas en otras regiones como Antioquia, Nariño, Cauca y Cundinamarca.

De acuerdo con el experto, este mercado se encuentra caminando sobre dos direcciones orientadas por la moda sostenible, la cual impulsó el uso de tintes naturales y fibras orgánicas; y la segunda es la valoración cultural, que rescata cada una de las técnicas ancestrales para crear estas prendas.

De hecho, la trayectoria y experiencia con la que cuenta la compañía Sombreros y Ponchos de Colombia, que está liderada por Angélica Rivera y su hijo, Juan Esteban Valencia Rivera, el gerente comercial, coinciden con esta visión. La empresa fue fundada en 1971 por Juan Esteban Rivera, abuelo y padre, que, aunque inició vendiendo sombreros de fieltro, rápidamente empezó a incluir ponchos personalizados, bordados y estampados.

Su historia...

Al interior de su empresa cuenta con empleados que vienen de Boyacá, Nariño y La Guajira, que les han ayudado a llegar con pequeñas exportaciones a México, Estados Unidos y República Dominicana, “lo que para muchos colombianos puede ser parte del día a día, en otros países es visto como una joya cultural, cargada de identidad y significado”, expone Valencia.

Frente al contexto económico, el panorama en la actualidad es mixto, pues mientras en Nobsa, que es conocido como ‘la Capital de la ruana’, se producen cerca de 60.000 unidades al año y 500 familias dependen exclusivamente de esta actividad, los rangos de precio son relativamente económicos para todo el esfuerzo que hay detrás, debido a que van desde $55.000 hasta los $595.000. Lo irónico aquí es que aquellas prendas que no cuentan con tanta tradición, pero sí son piezas de diseñadores famosos, pueden costar más de $1.500.000.

Según Taboada, “a nivel de propuestas de diseño, si el producto cuenta con alguna intervención adicional al tejido como bordados u otros detalles, eso también puede influir en que el costo sea más elevado en esa parte”. Sin embargo, tanto la Casa de la Ruana como Sombreros y Ponchos de Colombia exponen que hay una serie de problemas que son imposibles de ignorar.

“Uno de los desafíos principales, que no se puede desconocer, es la situación actual del país en temas de seguridad. Esta realidad afecta directamente a los artesanos con los que trabajamos, especialmente en regiones apartadas, y genera barreras tanto logísticas como de costos”, añadió Valencia.

Adicionalmente, la internacionalización continúa siendo uno de los más grandes retos; aunque entidades como ProColombia intentan cerrar esta brecha, “para ayudar a las MiPymes en su proceso exportador, ProColombia, junto al Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, creó el programa ‘Fábricas de Internacionalización’. La idea es acompañarlas en su camino hacia la internacionalización, dándoles las herramientas necesarias para entrar en nuevos mercados y diversificar sus canales de venta”, argumentó Carmen Caballero, presidenta de ProColombia.

“Este programa ha sido pionero en ProColombia y está pensado específicamente para que nuestras empresas fortalezcan sus capacidades de exportación. A través de consultorías personalizadas y asistencia técnica, se les brinda el apoyo que necesitan para mejorar sus productos y procesos”, añadió.

Aún así es fundamental destacar que las exportaciones del sector moda cayeron 7,3% en comparación con 2023, lo que en total representó US$510,4 millones en artículos de confecciones; y en la tercera posición se ubicaron los tejidos de punto con un aporte de US$36,5 millones, donde el principal destino fue Estados Unidos. Finalmente, no está de más mencionar que este mercado, además de representar un sector económico, también es un símbolo vivo de una identidad y una cultura que representa a Colombia y a cada una de las familias que las crean, las usan y las llevan a todo el mundo.

“El programa, ‘Fábricas de Internacionalización’, también apoya a aquellas empresas que desean establecerse directamente en mercados internacionales, lo que no solo ayuda a aumentar las exportaciones, sino que también fortalece la presencia de Colombia en el exterior, haciendo que nuestras empresas sean más competitivas”, concluyó Caballero.

“Nuestros productos generan interés en el público extranjero”

A propósito de cómo va el mercado de los ponchos y las ruanas, Angélica Rivera, dueña de la empresa Sombreros y Ponchos de Colombia, habló frente a este tema.

¿Cómo nació la idea de crear una empresa dedicada a la fabricación y venta de ponchos?

La empresa la fundó mi padre, Juan Esteban Rivera, en el año 1971. Al inicio se dedicaba netamente a la comercialización de sombreros de fieltro, un producto típico bogotano de la época. Con el paso del tiempo, la siguiente generación familiar incluye otro tipo de productos al catálogo relacionados con la identidad cultural del país, entre ellos los ponchos, distribuyéndose principalmente al por mayor a diferentes regiones del país. Hoy en día se han ampliado los canales de venta, incluyendo la venta al detal y el producto personalizado mediante técnicas como el estampado y el bordado, logrando adaptarse a las tendencias del mercado actual.

¿Tienen proveedores locales o trabajan con productores de lana o fibras naturales de alguna región específica del país?

Más que proveedores, contamos con una red importante de aliados a lo largo del país. En Sombreros y Ponchos de Colombia trabajamos directamente con artesanos y pequeños productores de distintas regiones del país, como pueden ser Boyacá, Nariño y La Guajira, reconocidas por su tradición en el uso de fibras naturales como la lana virgen y el algodón. Valoramos profundamente el trabajo artesanal, no solo por la calidad y autenticidad que aporta a nuestros productos, sino también porque representa una forma de preservar las tradiciones culturales.

¿Qué tan fuerte es actualmente el mercado de los ponchos en Colombia?

El mercado de los ponchos en Colombia se ha mantenido estable, con una demanda constante. En los últimos años, hemos visto un crecimiento particular en el segmento corporativo e institucional, donde los ponchos se utilizan como obsequios organizacionales, elementos promocionales en ferias, eventos culturales y campañas publicitarias. Este interés viene abriendo nuevas oportunidades para mostrar el valor artesanal .

Sin embargo, también hemos percibido los efectos de la situación económica del país, especialmente durante el último año, lo que ha generado cierta cautela en el consumo. Aun así, seguimos comprometidos con fortalecer el valor cultural y comercial de nuestros productos, adaptándonos a las condiciones del mercado y buscando nuevas estrategias para seguir creciendo.

¿Exportan sus productos o planean hacerlo?, ¿en qué países han tenido acogida y cómo ha sido la experiencia de llevar una prenda tan representativa de la cultura local?

Hemos realizado pequeñas exportaciones a países como México, Estados Unidos, Costa Rica y República Dominicana, y tenemos proyectado ampliar nuestra presencia internacional a mayor escala en un futuro cercano. Por lo que comprobamos que nuestros productos generan un gran interés en el público extranjero, que valora profundamente la autenticidad, la historia y el trabajo artesanal detrás de cada pieza.

¿Qué tan populares son los ponchos entre los consumidores jóvenes o en entornos urbanos?

El futuro del sector

El camino hacia la sostenibilidad y la innovación sigue siendo todo un reto, gracias a que la tradición en estas prendas típicas no puede venir acompañada de olvido. Por ello, Rodríguez destaca que, aunque la mayoría de sus clientes siguen siendo adultos mayores, “existe un creciente interés por parte de los jóvenes, especialmente cuando se habla de eventos culturales, donde se busca resaltar lo que es autóctono y lo artesanal”. En la misma línea, Valencia concluye que “queremos seguir construyendo un puente entre los artesanos y nuestros clientes, adaptando cada pieza, sin que pierda su esencia, a las necesidades, estilos y expectativas del mercado actual”.