Comentarios Lucas Nosiglia

El camino de la flor seca

16 de marzo de 2022
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Según la firma New Frontier Data, especializada en el análisis de datos de la industria global del cannabis medicinal, el mercado cannábico con enfoque terapéutico mueve cerca de US$150.000 millones al año. De ese valor, se estima que alrededor de 50% proviene de las ventas que se hacen en torno a la flor seca, un producto en el que Colombia debería ser protagonista en los próximos años.

Este mercado específico, que el año pasado recibió la luz verde por parte del Gobierno para entrar en la dinámica exportadora, constituye una esperanza para la industria local. Por un lado, para los pequeños y medianos cultivadores que no lograron integrarse estos años; y, por otro lado, para los empresarios que apostaron por un sector que encontró dificultades para consolidar un flujo comercial sostenible y suficiente, que respaldara las millonarias inversiones que se habían hecho. Hubo un error de cálculo.

Sin embargo, con el fin de evitar que se repita un escenario como el de la “fiebre del oro verde” ocurrida desde 2016, en el que se generaron expectativas comerciales desmedidas, es importante encarar con prudencia el camino que todavía tiene por delante la exportación de flor seca, antes de que esta se convierta en un verdadero motor de utilidades. Es una responsabilidad que tenemos quienes conformamos esta industria.

Lo primero que hay que señalar, y como ocurre con toda actividad comercial naciente, es que se tienen que construir los puentes comerciales con clientes internacionales que quieran importar flor seca: generar confianza, socializar las cualidades del producto, estandarizar corredores logísticos, acordar precios, afianzar las cadenas de valor, y definir el alcance de la capacidad instalada.

Por otro lado, hay que considerar tanto el tema regulatorio como su ascendencia en el mercado potencial, lo cual tiene que ver con los estándares de calidad requeridos por los países importadores. Más allá de que el marco normativo a nivel global sigue evolucionando, aún son pocos los países que pueden importar flor de cannabis con fines medicinales, Estados Unidos, por ejemplo, aún no es un destino de exportación.

De igual forma, ese mismo grupo de países importadores exigen altos estándares de calidad en el cultivo y procesamiento del producto, donde se tienen que considerar, por un lado, las certificaciones locales en buenas prácticas de agricultura y recolección; y, por el otro, las certificaciones en buenas prácticas en manufactura que tenga el país comprador, en el caso europeo, uno de los de más peso, son altas y requieren grandes inversiones.

Con este panorama en mente, desde Avicanna hemos consolidado en Sierra Nevada de Santa Marta, epicentro histórico de la actividad productiva de cannabis, un cultivo orgánico con condiciones climáticas óptimas que garantizan una menor intervención de recursos externos (con certificación orgánica USDA NOP). Así las cosas, Colombia está en una posición privilegiada para competir en el mundo de la flor seca, eso es un hecho; sin embargo, la clave radica en la sabiduría comercial con la que se navegue esta primera fase de apertura al mercado internacional y en tener la humildad suficiente para reprocesar los errores de cálculo del pasado.

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