El reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre la inseguridad alimentaria en Colombia revela que el 25,5% de los hogares colombianos experimentó inseguridad alimentaria moderada o grave el año pasado, una cifra que es cercana a la del 2023, evidenciando que nos estamos estancando en esa materia, que exige una acción decidida y colectiva.
Pero más allá de la foto general sobre la inseguridad alimentaria —entendida como las barreras al acceso libre y constante de alimentos— vale la pena poner la lupa en las respuestas que, a la luz de la herramienta Escala de Experiencia de Inseguridad Alimentaria, respondieron los hogares colombianos para revelar sus dificultades a la hora de comer.
El 40,6% de los hogares, por ejemplo, se preocupó por no tener suficientes alimentos, el 35 % consumió poca variedad, mientras que el 32,8 % no pudo acceder a alimentos saludables y nutritivos. Estos datos son un llamado de atención para el sector agrícola, el corazón de nuestra cadena alimentaria, sobre todo si queremos cumplir una meta ambiciosa: un mundo libre de hambre para 2030, en línea con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número dos.
La seguridad alimentaria no surge en el supermercado, sino en el campo. Es fundamental que la política pública, la inversión y la conciencia colectiva se centren en el origen de nuestros alimentos. La solución para esta preocupación tiene distintas aristas —que van desde fenómenos climáticos extremos, hasta la restricción física al acceso a alimentos—, por lo que es necesario un trabajo multidisciplinario e interinstitucional para abordarlo.
Una alternativa para afrontar esta problemática está en una óptima nutrición y protección de cultivos. Y aquí hacemos referencia a estrategias como el Manejo Integrado de Cultivos (MIC), que requiere la complementariedad y el uso racional de todas las herramientas disponibles: insumos de síntesis química, bioinsumos, prácticas culturales y físicas, un esquema que toma singular importancia para un país que, como Colombia, por cuenta de su agricultura tropical debe enfrentar plagas y enfermedades los 365 días del año.
La producción de alimentos, como lo mencioné con anterioridad, no es la única variable que hay que tener en cuenta a la hora de poner sobre la mesa el tema de la inseguridad alimentaria. Pero sí es evidente que Colombia no puede bajar los brazos en este ítem, no solo para asegurar la alimentación de sus habitantes, sino también pensando en materializar la promesa de ser una despenda agrícola mundial.
En Procultivos Andi hemos constatado que alternativas como la adopción de estrategias como el ‘Manejo Agronómico Disruptivo’ mejora la productividad y calidad de las cosechas (con aumentos de hasta 120 % y reducciones de costos de hasta 35 % en algunos casos) y, además, fortalece el ser empresarial de los agricultores y de sus organizaciones solidarias, justamente porque este esquema implica un acompañamiento técnico integral, que empodera a los agricultores para tomar las riendas de su negocio.
La inversión en investigación y desarrollo agrícola, la mejora de la infraestructura vial y de riego, el acceso a financiación y la tecnificación del campo son pilares cruciales para escalar estas soluciones a nivel nacional. No podemos depender exclusivamente de las importaciones, especialmente en un contexto de crecimiento poblacional y eventos climáticos extremos que amenazan la estabilidad de la cadena de suministro global.
La construcción de una agricultura sólida y la lucha contra la inseguridad alimentaria son tareas que nos incumben a todos. Es imperativo que el gobierno, la empresa privada, la academia y los agricultores trabajemos de la mano, debemos escuchar las voces del campo, valorar las prácticas sostenibles y respaldar las tecnologías que nos permiten producir más y mejor con menos recursos.
Fomentar la coexistencia entre agricultores y apicultores, impulsar la educación en Buenas Prácticas Agrícolas y Apícolas, y combatir el mercado ilegal de insumos son acciones concretas que ya están mostrando resultados positivos y que deben ser replicadas y fortalecidas.
Colombia puede y debe ser una despensa agrícola mundial. Pero para lograrlo necesitamos, visión, acción y perseverancia. Desde Procultivos Andi, insistimos: el agro es el protagonista de la alimentación. El informe Dane-FAO debe ser un punto de inflexión, no una anécdota, y deber ser un llamado a reenfocar los esfuerzos hacia una política de fortalecimiento agroalimentario.
Construir seguridad alimentaria implica asegurar que nuestros agricultores tengan las herramientas para producir alimentos sanos, suficientes y sostenibles. No es solo un tema de hambre, es un tema de nación.
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