Comentarios Claudia Calero Cifuentes

Agricultura que funciona

24 de septiembre de 2025
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En Colombia se repite constantemente que el campo debe diversificarse, y es cierto. Sin embargo, la discusión no debería centrarse en cuántos cultivos sembrar, sino en qué hacer para que la agricultura funcione verdaderamente. Porque sembrar sin mercados, servicios o industria lleva al productor a la incertidumbre.

Un agricultor confía en el campo cuando sabe a quién le va a vender, si tiene vías, transporte y asistencia técnica para mejorar rendimientos y controlar plagas y enfermedades. Confía cuando tiene conectividad, porque con los datos de clima, suelos y riego, puede decidir cuándo sembrar o regar. Sin esto, la agricultura seguirá atada a la suerte, cuando lo que se necesita es producir más y mejor.

En Colombia existen ejemplos de lo que funciona. Las flores en la Sabana de Bogotá que, con investigación, riego y contratos de exportación, han sabido posicionarse en el mundo; el banano en Urabá, con altos estándares de calidad fitosanitaria, cuenta con operación logística y contratos internacionales que garantizan una compra segura; y la caña de azúcar, integrada con la industria, con contratos de largo plazo, ciencia, tecnología y sostenibilidad, genera empleo y valor agregado.

Diversificar sí es posible y lo podemos ver en el Valle del Cauca. Ahí solo se aprovecha el 47% del área agrícola; sin embargo, es el cuarto departamento en superficie sembrada. En esta zona coinciden diversos cultivos: es el segundo productor de piña, aporta el 43% de las exportaciones de mango, el 10% de aguacate y lidera en banano común.

Precisamente, las frutas han sido eje de discusión en torno a la diversificación, y con ellas, el aguacate y la piña. Colombia en cinco años multiplicó por 14 las exportaciones de aguacate y hoy estamos entre los diez mayores proveedores. A pesar del gran desempeño, este mercado ya está copado por jugadores consolidados.

En piña, Costa Rica concentra más del 50% del comercio mundial con apenas 44 mil hectáreas, mientras Colombia se ubica en el puesto 27. Incluso si multiplicáramos por cinco nuestras exportaciones, apenas alcanzaríamos el top 10 con menos de mil hectáreas adicionales. Estas frutas son atractivas y han mostrado dinamismo en los mercados internacionales; no obstante, su participación en la frontera agrícola sería reducida (entre el 1% y el 5%), lo que invita a complementar estos esfuerzos con cultivos de mayor escala.

Frente a esto, resulta importante identificar el verdadero potencial de Colombia, de forma tal que se garantice la seguridad alimentaria y se sustituyan importaciones. La tierra existe, y el reto es consolidar una política productiva de largo plazo que dé confianza al productor.

La agricultura no es sembrar de todo, es producir con contratos y servicios que aseguren compradores. Según la FAO, el mundo demandará 50% más alimentos hacia 2050; por lo tanto, la agricultura por contrato es clave para formar precios, volúmenes y calidades, como para garantizar asistencia técnica y financiamiento; así las cosechas tendrán un destino asegurado.

Colombia necesita una agricultura unida a la industria, que asegure mercados, financiamiento y tecnología para enfrentar riesgos financieros y climáticos. Necesita que se estabilicen precios y se reparta el riesgo de manera equilibrada entre productores y consumidores, gracias al respaldo de contratos, innovación y políticas públicas.

El reto compartido es que la agricultura se construya con visión de largo plazo y se acompañe de certezas, fruto de alianzas entre Estado, productores y consumidores: solo así sembrar significará progreso y futuro para quienes trabajan la tierra.

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