Comentarios Claudia Calero Cifuentes

El cuidado que no se paga

27 de agosto de 2025
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La economía del cuidado es esa otra economía que realmente casi nunca se menciona, pero que resulta igual de esencial para que este país funcione. Es la que cuenta las horas de millones de personas que se dedican a cocinar, limpiar, criar hijos, cuidar a ancianos y familiares y que sin duda, le hace la vida más cómoda a los demás. Este trabajo, aunque por supuesto absolutamente esencial, es invisible y rara vez se paga.

El Dane lo ha medido en su Cuenta Satélite de Economía del Cuidado y equivale al 19,6% del PIB, con más peso económico que el comercio o la manufactura (DANE, 2024). Sin embargo, no hay un centavo real en los bolsillos de quienes lo realizan.

En Colombia, las estadísticas hablan por sí solas, es en las mujeres donde el cuidado no remunerado recae en mayor proporción. En 2024, el 94% de ellas dedicó tiempo a estas labores en comparación con el 65% de los hombres. Es un trabajo invisible que les resta horas para trabajar y generar ingresos propios.

La Unidad Analítica de la Fundación WWB Colombia, con los datos del DANE, encontró que dos de cada cinco mujeres cabeza de hogar no cubren sus necesidades básicas, y que millones de familias lideradas por ellas enfrentaron inseguridad alimentaria en 2024. Esta dificultad no es únicamente por la falta de empleo o ingresos, sino también porque el tiempo que destinan al cuidado no remunerado, les impide acceder a mejores oportunidades económicas.

Al conocer todo esto, no es raro que la natalidad en Colombia haya caído de manera sostenida en la última década y que el país hoy tenga un escenario de envejecimiento acelerado. Muchas mujeres sienten que la maternidad recae en ellas casi totalmente. Sin duda, cuidar puede ser gratificante, pero cuidar sin parar, se convierte en un peso que limita la autonomía y las oportunidades.

Esta realidad es más difícil en la ruralidad, donde el acceso a la salud, educación y servicios de cuidado infantil resultan deficientes, por esto, decidir no ser madre, suele ser un acto de supervivencia. Así que no nos debe sorprender que muchas posterguen o incluso rechacen la maternidad.

En 2024, Colombia registró la tasa de natalidad más baja en más de dos décadas, con una caída del 13,7% frente al año anterior. Tres de cada cuatro mujeres en edad fértil no quieren tener hijos. No se trata necesariamente de un capricho generacional, es una decisión racional debido a la falta de apoyos básicos, la inseguridad alimentaria creciente y la desigualdad en la distribución del cuidado.

A esto se suma un factor cultural: la creencia de que son las mujeres quienes deben asumir las responsabilidades del cuidado en el hogar. Esta visión no solo limita la participación masculina, sino que perpetúa la idea de que el tiempo y la vida de las mujeres vale menos.

Si esto continúa, Colombia mirará hacia un futuro de menos nacimientos, más envejecimiento y una reducción de la fuerza laboral. Pero más importante que los números es cómo aseguramos una vida más fácil para quienes hoy llevan esta carga.

Por eso, el llamado al Estado es integrar el cuidado en la política pública, impulsar servicios comunitarios que liberen tiempo a las mujeres y promover una distribución más equitativa de las tareas domésticas. Pero el reto no es solo estatal: la sociedad debe dejar de ver el cuidado como “natural” en las mujeres y asumirlo como una responsabilidad compartida.

Reconocer, redistribuir y reducir la carga de cuidado no es solo una cuestión de equidad: es una estrategia de desarrollo y seguridad alimentaria. Cuidar también es producir, y Colombia necesita entenderlo y gestionarlo.

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